La religión cristiana se caracteriza por su rica iconografía, donde diversos símbolos visuales transmiten significados espirituales profundos. Entre todos los iconos, la cruz es quizás el más reconocido, representando la crucifixión y resurrección de Jesucristo. Mientras que todos estamos familiarizados con la forma clásica de la cruz, la Cruz de Caravaca presenta un diseño particular y cargado de significado. ¿Qué es lo que hace a esta cruz tan especial y por qué tiene una forma tan distintiva? En este artículo, te lo contamos todo:
La historia se remonta al siglo XIII, cuando en la Península Ibérica se encontraba todavía bajo dominación musulmana. La leyenda cuenta que el 3 de mayo de 1232, un sacerdote llamado Ginés Pérez se alejó de territorio cristiano para predicar el Evangelio a los no-creyentes. Por este gesto, fue arrestado y llevado ante Zayd Abu Zayd, señor almohade de Caravaca y Valencia. Éste le preguntó acerca de su práctica, e impresionado por su valentía Zayd Abu le ordenó realizar una misa en su presencia.
El sacerdote obedeció y comenzó con la celebración, pero poco más tarde se dio cuenta de que no disponía de cruz, por lo que decidió pausar la Santa celebración. Sin embargo, en ese mismo instante se produjo un gran milagro que provocaría la posterior conversión al cristianismo de el propio Zayd: el descenso de dos ángeles con La Cruz de Caravaca, de ahí a que muchas representaciones de la misma vayan acompañadas de dos ángeles, uno a cada lado, simbolizando el momento del descenso.
A lo largo del tiempo, La Cruz fue protegida por los templarios y sus sucesores, hasta que el 14 de febrero de 1934, el capellán con la obligación de protegerla, se saltó las reglas establecidas. Se dice que la tradición establecía que el capellán debía trasladar la Vera Cruz al caer la tarde, coincidiendo con el toque de oración, desde el altar mayor del Santuario hasta un oratorio en su alcoba. Cada mañana, antes de la misa de las ocho y media, la cruz se devolvía al templo. No obstante, aquella tarde, el capellán no siguió la costumbre y dejó la reliquia en el Santuario, donde unos supuestos ladrones pudieron hacerse con ella y con su teca-estuche.
Ante la tristeza del pueblo y el sentimiento de abandono de sus gentes, poco después del fin de la Guerra Civil española, el obispo de la Diócesis de Cartagena hizo que el Papa Pío XII concediese a Caravaca dos pequeñas astillas del "Lignum Crucis" de Santa Elena, madre del emperador Constantino.
Más tarde, San Juan Pablo II reconoció la Santidad de la ciudad de Caravaca de la Cruz y se convirtió en la quinta del mundo en haber obtenido el jubileo perpetuo, el cual es celebrado cada siete años.
Hoy en día, la Cruz de Caravaca es un regalo comúnmente utilizado para demostrar amor. Así que, si estás enamorado y visitas Caravaca, no olvides adquirir una reproducción de la Cruz para regalársela a esa persona especial.